DETENER LA TORTURA

 

EDITORIAL: NO MÁS TRATOS CON DICTADORES

La guerra en Ucrania ha demostrado otra trágica verdad. Cuando se negocia con dictadores, tratando de encontrar compromisos mutuamente beneficiosos, se cometen errores que tienen efectos trágicos. La primera: un dictador no tiene reparos en torturar y masacrar a su propio pueblo, por lo que (como han demostrado Putin, Hitler, Stalin y muchos otros) no tiene reparos en masacrar y torturar al resto de la humanidad. Segundo: dado que el único objetivo de un régimen es la autopreservación contra la voluntad de todos, la tortura y el asesinato son su método principal y más eficaz, pero las mentiras propagandísticas (lo que ahora llamamos «fake news»), así como el adoctrinamiento religioso (como en Turquía y muchos países musulmanes), se convierten en un problema aún más insidioso, ya que infunden la duda incluso en muchos ciudadanos de naciones democráticas.

Tercero: En Italia hay un proverbio que dice que «quien va con los cojos aprende a cojear». Por lo tanto, está claro que en los últimos 50 años la democracia, incluso en Occidente, debido principalmente al imperialismo estadounidense y al neocolonialismo europeo, está gravemente herida, crecen los movimientos violentos y antidemocráticos de extrema derecha, se extiende el miedo y se desarrolla la desinformación, debido al deterioro de las instituciones educativas y a la transformación de los ciudadanos (que solían entender su corresponsabilidad) en consumidores (que sólo perciben su propio bienestar individual y ya no son capaces de ver el panorama general).

La guerra en Ucrania es una conmoción terrible, aunque sea «sólo» la enésima masacre perpetrada por el régimen de Moscú tras las de Siria, Georgia, Armenia, Chechenia y Bielorrusia. Esta vez tenemos miedo, porque las bombas resuenan a pocos kilómetros de nuestras fronteras, y porque a nuestras carreteras llegan millones de mujeres y hombres en huida desesperada: mujeres y hombres que sentimos como hermanas y hermanos, porque son como nosotros, no personas que huyen de mundos culturalmente incomprensibles para nosotros.

La ola de solidaridad que envuelve a Europa debe servir para recordarnos todas las demás masacres olvidadas, especialmente las que tienen lugar a pocos kilómetros de nosotros. Y debe darnos la fuerza para aceptar el precio económico de las duras sanciones internacionales y obligar a nuestros gobiernos a ir mucho más lejos, mucho más profundo, incluso en países aterradores como Turquía. Todos debemos entender que la alternativa no está entre pagar a Gazprom y permanecer caliente o no pagar a Gazprom y permanecer frío. La alternativa es no detener a Gazprom y tener tanques rusos frente a nuestras casas y escuadrones de la muerte de Erdogan en nuestras calles.

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