Comprender la realidad es ahora una quimera. Como siempre ha sido: la diferencia es que esto, hoy, está a la vista de todos. Saber que no se sabe no es una información reservada a Sócrates, sino que es evidente para todos. Saber que no se puede, por tanto, es la gran desilusión que ha acabado con el sueño de la democracia participativa, la emancipación, la igualdad y la fraternidad. Doscientos años después de la Revolución Francesa, todo lo que fue innovador en aquel cataclismo ha sido negado, aniquilado, humillado.
Entender qué afirmaciones son creíbles en ámbitos fundamentales como la ciencia, la política, la economía, la tecnología militar y la gestión del poder es hoy tan imposible como esperar cambiar la suerte de la civilización para mejor utilizando el sistema de representación democrática (el voto). La complejidad siempre ha existido: la diferencia es que hoy se utiliza como martillo para desmontar todas las convicciones, porque faltan ciertas piedras angulares de la organización social. Los Diez Mandamientos dictados por Dios a Moisés, que durante siglos (independientemente de la doctrina religiosa con la que se impusieron) han sido la base de la moral del mundo occidental (y no sólo del cristiano), están siendo cuestionados. Tal vez uno pueda matar. Tal vez se pueda robar, deshonrar a los padres, adorar fetiches, mentir, en nombre de un individualismo sin el límite lógico de la idea inicial (mi libertad termina ahí, donde yo hiera tu libertad o te traiga un peligro o una amenaza), que es la parte más infantil del egoísmo.
La prudencia, la corrección, el valor civil, el sentido de la justicia, la honestidad, la duda, se enseñan como debilidades y se experimentan como tales. La arrogancia (que es sinónimo de ignorancia petulante), la pereza, la violencia (sobre todo la que deriva del miedo que, a su vez, es casi siempre ignorancia), la lujuria (que es el uso de la sexualidad como instrumento de poder, no de placer), la envidia, la ira y la avaricia son, de repente, cualidades no sólo aceptables, sino bien vistas. La Iglesia cristiana, con su cínica hipocresía, es una de las principales responsables de este cambio profundo y aparentemente irreparable.
Esta subversión de los valores ha tenido un alcance revolucionario. Hoy, como a finales de los años 20, una gran parte de la población prefiere un Holocausto aniquilador, una dictadura burocrática, cínica y sádica a una democracia compleja en la que no se entiende cuál es la solución a los problemas, no se cree que haya movimientos políticos que conozcan esa respuesta y la apliquen, se percibe el hecho de estar completamente impotente y, sobre todo en los últimos veinte años, a merced de los condicionamientos del poder político, económico y militar, y completamente subyugado, en la expresión de las propias opiniones, a una máquina de poder cada vez más eficaz, cada vez más invasiva, cada vez más mortífera. Hacer un gesto de desafío hoy no tiene sentido. Las conspiraciones sólo funcionan si el poder las apoya (por razones que nunca sabremos); los actos de rebeldía, incluso los clamorosos como prenderse fuego en señal de protesta, se pervierten en otra cosa, interpretados por el sistema mediático como algo perverso, peligroso, innoble.
Esto no hace creer que casi toda la humanidad sólo quiere el egoísmo, el infantilismo, la ignorancia y la destrucción. Por el contrario, como escribe el intelectual italiano Enrico Cisnetto[1], la gran mayoría, al menos en Europa, cree en los mismos valores que hace setenta años, pero ya no tiene representación política, está excluida de la competencia electoral, su cultura está excluida de los circuitos oficiales y la información la ignora. Vivimos, en definitiva, en una dictadura de unos cuantos imbéciles, locos sanguinarios, y sus señores feudales.
Esta evolución fue predicha por muchos intelectuales hace ya sesenta años. En 1974, el poeta italiano Giorgio Gaber calificó la democracia de «superstición»[2] y, comentando el desarrollo de la sociedad estadounidense, dijo: «La libertad parece estar al alcance de todos, como la guitarra. Cada uno juega como quiere, pero cada uno juega como exige la libertad”[3]. Desgraciadamente, eso es exactamente lo que ocurrió. Hoy, los que quieren protestar no encuentran eco. Muchas personas que protestan en las calles no saben exactamente qué proponer, y son utilizadas para aumentar el nivel de miedo entre la población. Si, por un lado, se propugna un egoísmo cínico y no empático como valor fundacional de la humanidad, por otro se recurre a los dictados de la geopolítica, que son la plasmación conceptual de la aniquilación de la libertad personal. La geopolítica dice: Alemania hace, Turquía piensa, China dice. Como si se tratara de unidades delimitadas y coherentes. Como si no fuera obvio que, dentro de una comunidad, es imposible que haya 80 millones de alemanes que piensen igual en cualquier tema.
Mark Birdsall, fundador y redactor jefe de Eye Spy Magazine, la revista de espionaje más antigua y reputada, escribió en 2013 en su ensayo «El futuro de la inteligencia en el siglo XXI» que el espionaje militar e industrial del pasado ya no sirve para explicar la realidad revelando secretos, sino sólo para identificar objetivos a los que atacar a ciegas, sin preocuparse de las consecuencias. Hoy en día», escribe, «la información abunda por todas partes, ya no está oculta, pero hay tanta que es casi imposible reunirla, analizarla y explicarla. Por lo tanto, concluye Birdsall, de las diez especializaciones del espionaje, sólo una ayuda a entender el mundo, es decir, el análisis del conocimiento público y disponible, lo que él llama Open Source Intelligence[4]. Pues bien, eso es lo que intentamos hacer. Para nosotros, para quien tenga la paciencia de leernos, para quienes hoy se encuentran en el inicio de su viaje informativo y, milagrosamente, conservan las grandes virtudes constitutivas de un ser humano: la curiosidad, la empatía, la solidaridad, la percepción de la justicia y del bien más grande, más peligroso, más luchado y más costoso de todos. La libertad.
[1] https://www.pensalibero.it/tornare-indietro-o-andare-avanti/
[2] Giorgio Gaber, Sergio Luporini. “Io se fossi Dio”, F1Team, Milano 1980
[3] Giorgio Gaber, Sergio Luporini, “L’America”, in “Libertà obbligatoria”, Carosello, Milano 1976
[4] Mark Birdsall, “The future of Intelligence in the 21st Century”, The Emirates Center for Strategic Studies & Research, Abu Dhabi 2013, page 3. Available at https://www.ecssr.ae/wp-content/themes/ecssr-child/split/100-The-Future-of-Intelligence-in-the-21st-Century_Preview.pdf