EDITORIAL: EL SAHEL: EL PRIMER GRAN COLAPSO ECOLÓGICO Y SOCIAL PROVOCADO POR EL HOMBRE
La destrucción de Cartago en el año 146 a.C. no sólo acabó con una floreciente civilización mediterránea en la costa de lo que hoy llamamos Túnez. De un plumazo, interrumpió, durante más de mil años, el canal comercial que ponía en contacto a Europa con el Sahel, la región de mesetas boscosas y ríos y lagos fangosos, zonas llenas de peces y caza, yacimientos de metal y oro, que era la zona más rica y poblada del planeta.
Fue esta abundancia la que creó el primer gran desastre ecológico de la era humana. En sólo seis siglos, el bosque del Sahel se ha convertido en el desierto del Sahara debido a la imprudente intervención del hombre. A medida que se talaban los bosques y se exterminaban los peces y la caza, los habitantes de la zona, casi todos ellos tribus nómadas, se vieron obligados a desplazarse hacia el sur y el oeste, lo que aceleró el proceso de desertización, creando miseria y guerras tribales. La falta de una salida comercial hacia el norte hizo que, mientras Europa aún vivía los últimos estertores del Imperio Romano, toda África occidental transformara su economía, con la venta de esclavos humanos como eje central.
Mientras en Asia y Europa la ciencia seguía galopando, las civilizaciones más avanzadas del Sahel, como la Nok de Níger[1], eran exterminadas para venderlas como esclavos. Hasta finales del siglo XIII, la región formó parte del Imperio Mandingo que, durante los reinados de Sundjata Keïta (1217-1255)[2] y Mansa Musa (1280-1339)[3] fue uno de los más grandes del mundo, uniendo tierras africanas desde el océano Atlántico hasta las fronteras de Egipto.
Tras el descubrimiento de América, desgraciadamente, la colonialización española, portuguesa e inglesa transformó la trata de esclavos en la única actividad comercial de toda la zona, que, tras el colapso de los imperios del Sahel, se vio también afectada por luchas tribales cada vez más sangrientas y obligada a abarrotar la costa, ya que el interior del continente se había convertido en un inmenso desierto.
El Sahel aún no se ha recuperado de esta tragedia ecológica, social y económica. El fin de la colonización militar europea no ha cambiado nada: los extranjeros siguen teniendo las palancas de los recursos minerales y, cada vez más, de las tierras agrícolas. Las naciones dibujadas con un lápiz en el mapa luchan por encontrar su propia identidad, los gobiernos nacionales son sólo hordas tribales en el poder, cuyo principal objetivo es la conservación del poder, la explotación de los recursos y la obtención de dádivas (corrupción) de las multinacionales.
Intentamos describir esta tragedia, tal y como se vive y percibe en las naciones de África Occidental, tratando de situarla en el contexto más amplio de los nuevos equilibrios políticos, militares, religiosos y económicos del planeta. Con la mirada puesta en uno de los mayores y más valientes proyectos jamás lanzados por la FAO: la reforestación de 100 millones de hectáreas del desierto del Sahara[4]. Esperando que la que fue una de las grandes cunas de la civilización pueda, cuanto antes, recuperar el tiempo perdido y reconstruir su propia identidad humana y civil común.
[1] https://brill.com/view/journals/jaa/14/3/article-p237_1.pdf ; http://araf.studiumdigitale.uni-frankfurt.de/attachments/110_Nok%20Brosch%C3%BCre%20Exploring%20the%20Nok%20Culture%20online.pdf
[2] Patricia McKissack, Frerdrik McKissack, “The Royal Kingdoms of Ghana, Mali and Songhay: Life in Medieval Africa“, Square Fish Publishing, New York 1996
[3] Marq De Villiers, Sheila Hirtle, ”Timbuktu: Sahara’s Fabled City of Gold“, Walker and Company, New York 2007